Los hechos que os voy a relatar datan de la primavera de 2003 y han sido recuperados de un documento en un viejo disco duro olvidado...
Aunque todo lo que aquí vais a leer es completamente real, se han cambiado los nombres de los protagonistas para mantenerlos en el anonimato.
Espero que disfruteis tanto de esta historia, como Indy y compañía se lo pasaron en la noche de marras.
Indy
La otra noche tuvimos la brillante idea de dar una vuelta por el casino, a probar suerte y pasar el rato. La suerte la probamos poco, pero pasar el rato... tela. Tuvimos una experiencia subrealista donde las haya, de las que no sabes si reir o llorar.
Fuimos mi mujer Leonor y yo con una pareja de amiguetes nuestros. Eulogio, mi colega y su novia.
Ya hace años que Eulogio y yo somos muy amigos y sobre él hay que decir que es un tío cojonudo, imprevisible, o tan previsible que ha veces es totalmente imprevisible, pero majete a más no poder. El yerno que toda madre querría para su hija. En cuanto a María, la novia de Eulogio, decir que es buena chica, pero como una segunda madre para Eulogio: "Eu, no comas de esto que te va a sentar mal", "Cari, hoy te tienes que acostar pronto que mañana tienes que ir a trabajar", "Ahi que ver como vienes ¿cuantas cervezas te has tomado con tus amigotes?".
Tras probar suerte en las maquinitas, mal sabor el de la suerte, Eulogio y yo nos decidimos a ir a lo grande. Jugamos al Black Jack. El Black Jack es como las siete y media de toda la vida, pero en una mesa haciendo semicírculo y con cartas de poker, para despistar más.
El ambientillo en el casino es parecido al de los museos, la gente cuchichea, y las únicas voces que se oyen altas son las de los croupieres, diciendo su "hagan juego" y "no va más" y el grito de algún zumbado al que le ha caido un buen pellizco.
Despues de llevar una hora enterándonos de que iba el rollo, con la suerte del principiante de nuestro lado, llegaron nuestras chicas y también se sentaron a jugar.
Al rato, sobre las 4 de la mañana, suena el móvil en el bolso de María. Aquí empezó el show...
El croupier acababa de recojer las cartas de una jugada y se preparaba para repartir de nuevo cuando María da un respingo en la silla al oir el teléfono y exclama "¡Mis padres!". Pero no una exclamación cualquiera... ¿Alguien ha oido esa expresión alguna vez, estando jugueteando en casa de la novia en ausencia de la familia...? Así se podría describir su grito.
A partir de entonces los hechos se sucedieron muy deprisa, mientras el croupier, acojonado del grito, repartía de nuevo, los jugadores miraban a María estupefactos, Leonor y yo la mirábamos flipados... coje el móvil y grita de nuevo "no!, tus padres!", como si en vez de en casa de ella hubiese sido en casa de él... Entonces se abalanza por delante del hombre que estaba sentado jugando entre ella y Eulogio, pasándole el teléfono y diciendo, "lo he cogido!, lo he cogido!, toma habla!".
La jugada proseguía, el primer jugador había pasado ya cuando Eulogio empieza su conversación. Gila no lo hubiese hecho tan natural...
- Si. Siiii, Si, es que estamos aquí liados...
- Si. Si vamos ganando...
Entonces le llegó el turno de jugar a Eulogio y cuando el croupier le pregunto "¿Carta?", Eulogio siguió:
- Si, si es que estamos aquí con Manolo...
(Mierda, ya sabía yo que alguien se tenía que llevar las culpas de ir al casino)
- Si, si ya vamos...
En estas estaba Gila, digo Eulogio, al que le faltaba soltar un "el submarino de color bien, pero que no flotaba", cuando vuelve a saltar María, esta vez dirigiéndose al croupier:
- No! No quiere carta! Que tiene 17!!!!
Mientras Eulogio sigue con su:
- Si, que ya nos vamos a ir, mama...
Entonces es cuando al croupier se le hizo el nudo en el cerebro... ¿Alguno de los síes era para mí? ¿Querra carta este tío...? Y le dice al jefe de mesas, que estaba sentado cerca, comprobando que el juego siguiese los cauces normales y que no hubiese trampas:
- Si la señorita dice que se planta, ¡se planta! ¿no?
Gracias a Dios, la conversación de Eulogio con su preocupada madre terminó en ese momento, devolviendo a mi colega a la realidad en la que estaba inmerso. Varios pares de ojos le miraban fijamente. Unos pertenecientes a jugadores perplejos, los míos, conteniendo las lágrimas de risa del descojone y los del croupier inquisitivos, acompañados de la frase "¿quiere carta, señor?"
Eulogio, un poco sobrepasado por la situación y los grititos de "¡Plantate!, ¡plantate!" de su novia dijo "No, no, paso, paso..." y mientras duró el resto de la jugada se encargó de explicar en voz alta a todos los allí presentes,
que era su madre, que la mujer se había preocupado por que le había dicho que iba a volver pronto y como eran ya las cuatro pasadas... No hay nadie como mi colega (que superaba los 30 años en esa época), para salir de una situación embarazosa...
Poco después nos piramos de allí, habiendo dejado Eulogio su sello personal en las mesas de Black Jack. Me gustaría tener las cintas de las cámaras de seguridad de aquel momento, sería un recuerdo imborrable... ¿que no daría yo por las esas imágenes?
Eso sí, la próxima vez que nos vayamos a jugar las pelas, será como siempre hicimos, unas siete y media en el bar de la esquina, para que si la madre de Eulogio se preocupa por él o se cabrea porque llega tarde a comer, le llame de un grito y no asombrará ni al camarero ni a los colegas, que ya nos conocemos en el barrio...